viernes, 8 de enero de 2010

ARLEQUÍN DE LA MANDOLINA, 1980. Colección particular. Madrid.

Era un arlequín extraño, de los más extraños,
ninguno adivinar podía el misterio de sus años.

Bajo su antifaz blanco, en su rostro sin color,
reinaba la huella del dolor.






Sólo brillaba en su cabeza un gorro,
de color rojo triunfal
como sobre las nieves del polo,
la aurora boreal.

Siempre con una mandolina se sostenía
y sólo la luna llena, detrás, le sonreía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario