Es curioso. Unas veces pintas personajes cuyo mensaje es precisamente no tener alma, ser muñecos inermes en medio del paisaje, y otras, transmiten sentimientos y se convierten en el centro del cuadro. Miro a Salomé y siento honda angustia. Si tu Salomé es la bíblica, ofrece uvas en lugar de cabezas, pero con el mismo patetismo.
Es curioso. Unas veces pintas personajes cuyo mensaje es precisamente no tener alma, ser muñecos inermes en medio del paisaje, y otras, transmiten sentimientos y se convierten en el centro del cuadro. Miro a Salomé y siento honda angustia. Si tu Salomé es la bíblica, ofrece uvas en lugar de cabezas, pero con el mismo patetismo.
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