Los elementos de esta Naturaleza Muerta son auténticamente muertos: la estufa inservible, los cardos secos, la muñeca rota, la bombilla fundida y, sobre todo, la caracola, como un resumen del pasado. Lo muerto como algo que estuvo vivo y como algo vivido pero también presente, que nos rodea y nos acompaña también después.
Querido ser pensante, pintante, escribiente, poetizante, filosofante
ResponderEliminarEl problema es darle demasiada entidad a las cosas, entendiendo como cosas lo exterior a uno mismo, e incluso lo interior y recóndito.
Limitar la vida de la estufa y ponerle fecha de caducidad. No. La estufa está ahí y nos sobrevivirá siempre, como puede sobrevivirnos un frasco de medicinas caducadas.
Los cardos secos, ásperos y polvorientos, sí pertenecen a un pasado inútil y efímero aunque se agarre a la permanencia.
La bombilla fundida es abandono y tecnología pronto obsoleta.
La muñeca rota, patética y desmembrada, es fantasma de un pasado que se tragó el tiempo, como se tragó a su dueña con todos sus anhelos y carencias.
Y la caracola es vida en estado puro, porque comunica. No pierde sus colores, su olor ni su nacarado. Te habla constantemente del mar misterioso del que procede, te invita a oír sus secretos en clave marina y te ata a amores con los que llegó un día, jugando con unas olas que se retiraron. Permanece como esencia de la vida misma, imana, invita, y pervive voluntariosa aún en medio de la propia nada castellana.