martes, 20 de octubre de 2009

LA MECEDORA, 1979

LA MECEDORA, 1979.
Óleo/ Lienzo.
89 x 116 cm.
Colección particular.
Madrid.












A finales de los años sesenta mis padres compraron esta mecedora para nuestra casa del Paseo del Pintor Rosales nº 52 en donde residíamos. Al principio se colocó en la habitación de mi hermana Esperanza que tendría alrededor de veinte años. Más tarde, al casarse mi hermana, la mecedora pasó a presidir el magnífico salón-comedor de rotonda de nuestra casa junto a una de las ventanas que daban al Paseo de Rosales y solía permanecer así -sin sentarse nadie en ella- como está pintada con su cojín rojo. Aproximadamente diez años después de ser comprada (en 1979) la pinté como protagonista e introduje nostálgicamente el fondo del mar en el exterior del balcón que se ve detrás de ella. El día 1 de enero de este año 2009, 30 años después de ser pintado, este cuadro fue comprado por una amiga mía para regalárselo a su marido como regalo de Reyes y disfutarlo en su casa. ¡Ah, se me olvidaba! La mecedora reside ahora en casa de mi hermano Pablo, gran escritor y teólogo, en la calle Mirto de Madrid.

1 comentario:

  1. Yo tambien tengo una mecedora con pasado, de las que soportan que nadie las mezca y parecen estar siempre contentas y acompañadas, ocupando su hueco, un hueco grande como ellas, conmigo de casa en casa.
    Mi mecedora es mucho más soñadora que la tuya, y venía de su anterior historia, para mí desconocida. Nunca me ha hablado de ella desde que comparte la vida conmigo.
    Mi madre me la compró sin decirme nada en el Rastro en 1973, al poco de casarme. Dejó una señal y yo fuí con Carlos Iglesias a recogerla una tarde. Tenía una compañera, y si yo hubiese tenido dinero y no hubiese tenido 19 años, no las habría separado. Sentí desunir lo que habían unido los años, y esa impresión no se ha borrado y sigo sintiéndome culpable.
    Mi mecedora es negra y decimonónica. Tanto, que podría ser la que acompaña en una foto sepia a mi bisabuelo el fiscal Vellando, pequeño y digno en su toga, compitiendo en protagonismo con la siempre silente mecedora.
    Conmigo ha vivido en Las Rozas, que en 1973 eran los confines de la tierra; en un apartamento anodino y de mal recuerdo en la calle Rosario Pino; en un ático que volaba sobre el Manzanares; en un bajo ajardinado en Puerta de Hierro; frente al Palacio de Oriente; vuelta al bajo de los jardines llenos de recuerdos de mi embarazo; Aravaca; Santiago de Chile, donde la llevé en el autito japonés a reponer su rejilla desmembrada a un artesano que trenzaba en la esquina de Luis Pasteur con no recuerdo que calle, y que se burló de que la mecedora era más grande que "el auto"; y otra vez Aravaca.
    Ahora sí destila soledad y abandono, porque quien la mecía a lo largo de decenios de partidos de fútbol y de telediarios ha salido de mi vida. Yo nunca la he usado.
    Tu mecedora de Rosales me ha llevado a reconsiderar la mía, compañera tantos años, aunque fuera ayer en una tarde soleada cuando la recogí del Rastro y la incorporé a mi vida. De sus anteriores amos a la marcha de Carlos Iglesias, ella me es fiel, aunque yo la considere tan mía como prestada.

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